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viernes, 14 de julio de 2017

¿Los futbolistas son mercenarios inmorales?


Puedo asegurar que el 80% de los hombres alrededor del mundo sueñan, o soñaron en algún momento de su vida, con ser futbolistas profesionales. Por no tener apoyo familiar, no tener constancia, no desarrollar la habilidad, no conseguir un representante aceptable o por preferir elegir otra profesión más duradera desligada al rendimiento físico, la mayoría dentro de ese porcentaje solo se dedica a ver fútbol por televisión durante la semana y juega de manera amateur. Ojo, cada vez hay más mujeres que quieren dedicarse al fútbol, pero históricamente es una pasión más adherida a los varones.

Llegar al profesionalismo, cualquiera  sea la división, no fue ni es fácil para nadie. Dedicación, constancia, perseverancia y a veces la ayuda de un representante te puede poner en el profesionalismo. La vida de rey no es para todos; si bien los salarios cada vez son más elevados, hay miles de jugadores que cobran menos que un docente. Y ahí está la cuestión; casi ningún futbolista realiza un estudio, aunque sea terciario, a la par de su vida futbolística. Una vez que el jugador no-salvado económicamente se retira, tiene dos opciones: hacer el curso de DT o meterse en algún programa deportivo, ocupando el lugar por el cual muchos periodistas estudiaron durante años. De no vincularse a algo así, el futbolista retirado deberá dedicarse el resto de su vida a algo que no le apetezca demasiado.

Muchos ex jugadores dicen que el futbolista, una vez que se hace profesional, debe jugar donde le paguen mejor, ya que acabada la carrera nadie les da ni la hora y se les hace complejo conseguir, por ejemplo, una buena obra social. Ese punto de vista no es común en ningún futbolero de ley que nunca fue profesional, es algo que les parece difícil de aceptar: el futbolista es un empleado más, un trabajador más.

Es un escándalo cada vez que un jugador reconocido pasa a jugar para su clásico rival, y me animo a decir que pasó cientos de veces, sin tener la estadística. Cuando Mario Götze pasó de Borussia a Bayern, los hinchas tacharon su apellido de las camisetas y lo cambiaron por ‘Judas’, aquel que traicionó a Jesús. En los 80, cuando Oscar Ruggeri pasó de Boca a River ¿Es para tanto? Lo que distingue al jugador profesional del amateur o aficionado es justamente eso, que es profesional. Como un Licenciado en Administración o cualquier empleado: trabajará para la organización que más le pague, o bien, para el que mejores condiciones de vida le dé.

Si es un jugador millonario se puede llegar a entender la crítica, pero no son tantos los jugadores que en plena carrera saben que tendrán una vida decente sin tener que volver a trabajar post-retiro. Todo futbolista quiere gloria deportiva, pero cuando empieza a comprender lo que es la vida, prestan mucha atención al billete; sino, nadie iría a la MLS o a la Liga China, por solo dar dos ejemplos, ya que no te meten en la historia grande del fútbol.

Carlos Tevez dijo en su retorno a Boca: “El dinero no compra la felicidad”; al año y medio se fue a jugar a la Liga China, por un salario elevadísimo, a pesar de que cobró millones de libras esterlinas casi una década entera. La frase lo dejó marcado, pero si bien el dinero no compra la felicidad, da seguridad.

Por optar por la seguridad económica, que te da la chance de mejores condiciones de vida, los llaman mercenarios y los insultan de las maneras más exageradas e hirientes vía redes sociales o en la calle, pero en definitiva, son trabajadores comunes y corrientes.

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